sábado, 7 de marzo de 2009

El Criticón

EL CRITICÓN

La publiqué en tres partes en 1651, 1653 y 1657. La considero como mi obra maestra. Se recoge toda mi obra en forma de ficción novelesca.
La obra adopta la forma de una gran alegoría que abarca toda la vida del hombre, representado en sus dos facetas de impulsivo e inexperto. Es una obra literaria que resume toda mi visión de filosofía del mundo bajo la forma de una gran epopeya moral. Proyecto una obra de fabulación que resume mi pensamiento. La novela fue escrita en mis años de plena madurez.

ARGUMENTO:
Un náufrago, Critilo, hombre experimentado, es arrojado a las costas de la isla de Santa Elena, donde conoce a Andrenio, el hombre natural, criado por un animal al margen de toda civilización, y a quien Critilo enseña a hablar. Andrenio le cuenta cómo nació en una cueva cerrada y tras un terremoto, vio la luz y la hermosa Naturaleza, comprendiendo que solo podía ser obra del Supremo Artífice. Son rescatados por una flota española y juntos comienzan una larga peregrinación alegórica en diversas etapas en la Corte de España, Aragón, Francia y Roma en busca de Felisinda (la felicidad), esposa deseada por Critilo y madre de Andrenio, para al final de su vida alcanzar la Isla de la Inmortalidad.

ESTRUCTURA:

En la Primera Parte, subtitulada «En la primavera de la niñez y en el estío de la juventud», los protagonistas Critilo y Andrenio se encuentran, cuentan sus peripecias vitales que les han llevado a conocerse en la isla de Santa Elena y emprenden el viaje a España, comenzando por la Corte.

En la segunda parte, «Juiciosa cortesana filosofía en el otoño de la varonil edad», transcurre por tierras de Aragón y Francia. En la Tercera Parte, «En el invierno de la vejez» entran por las tierras septentrionales de Alemania y acaban en la meca del peregrino cristiano, Roma, para ser anunciados a la muerte y llegar a la inmortalidad cruzando las aguas de tinta de la fama. Las dos primeras partes están divididas en trece capítulos cada una, y la tercera tiene doce.

El contenido del relato se configura temporalmente a través de un eje cronológico marcado el ciclo vital del hombre, asociado a las estaciones del año, tal y como aparece esbozado en el último capítulo de El Discreto. Este progresa de manera lineal, pero recorrido por constantes digresiones e interrupciones del hilo narrativo. En estos remansos aparecen cuadros alegóricos donde se da cuenta de todo un mundo de relaciones entre conceptos y figuras de la ficción.

LENGUAJE Y ESTILO:

Me fijé en el estilo lacónico de Tácito, Séneca y Maricial mi paisano. Pero ello no significa que sea un estilo llano.

Mi prosa, se compone de oraciones independientes y breves, separadas por signos de puntuación y no por nexos de subordinación. Predominan, pues, la yuxtaposición y la coordinación. Mi profundidad, está en el concepto, no en la sintaxis. La riqueza semántica, casi siempre polisémica, es otra de las características del estilo de El Criticón. La doble interpretación del plano real y el alegórico o filosófico es lo que confiere una densidad extraordinaria a mi magna novela.

Por otro lado usé constantemente el contraste, la antítesis. La sintonía, estaba compuesta de apariencia engañosa y verdad escondida. El oxímoron, la paradoja y el contraste eran también figuras literarias utilizadas.

Otro rasgo estilístico es la búsqueda de la precisión léxica, para la que en muchas ocasiones recurro al neologismo de creación. Recurrí a acepciones caídas en desuso y que puse en primer plano. Otras veces traje a colación nombres propios para crear vocablos comunes: «su minerva» (su inteligencia o sabiduría). Aumenté el caudal del vocabulario español, como podrecer (pudrir).

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