domingo, 8 de marzo de 2009

El Discreto


En 1646 escribí El Discreto, una obra perteneciente al género de la prosa didáctica, en el que se describe cómo tiene que ser el hombre: prudente, sagaz, inteligente, dotado de buen gusto y buena educación.. vamos ¡El hombre perfecto para las mujeres!

La obra fué publicada en Huesca, en 1646, a nombre de mi hermano Lorenzo Gracián.

El Discreto presenta divergencias importantes respecto a mis anteriores obras. En cuanto al contenido, el protagonista ya no es un hombre excepcional, como sucedía en El Héroe. Ahora se trata de un hombre prudente, que necesita muchas cualidades para desenvolverse en sociedad.

Destaco el esfuerzo de variedad de géneros distintos en los capítulos que contituyen los diferentes realces. El Discreto se conforma también como un muestrario de géneros retóricos: discurso académico, apólogo, invectiva, epístola, memorial, panegírico... Son algunos de los distintos géneros que articulan cada realce.

El número de realces (capítulos) es de veinticinco, otro múltiplo de cinco como el que ya había utilizado a la hora de distribuir los contenidos de mis obras, así El Héroe constaba de veinte primores.

Llevaba al menos cuatro años trabajando en mi teoría de la agudeza, publicada primero en el Arte del ingenio (1642), y más tarde en Agudeza y arte del ingenio (1648).

sábado, 7 de marzo de 2009

El Criticón

EL CRITICÓN

La publiqué en tres partes en 1651, 1653 y 1657. La considero como mi obra maestra. Se recoge toda mi obra en forma de ficción novelesca.
La obra adopta la forma de una gran alegoría que abarca toda la vida del hombre, representado en sus dos facetas de impulsivo e inexperto. Es una obra literaria que resume toda mi visión de filosofía del mundo bajo la forma de una gran epopeya moral. Proyecto una obra de fabulación que resume mi pensamiento. La novela fue escrita en mis años de plena madurez.

ARGUMENTO:
Un náufrago, Critilo, hombre experimentado, es arrojado a las costas de la isla de Santa Elena, donde conoce a Andrenio, el hombre natural, criado por un animal al margen de toda civilización, y a quien Critilo enseña a hablar. Andrenio le cuenta cómo nació en una cueva cerrada y tras un terremoto, vio la luz y la hermosa Naturaleza, comprendiendo que solo podía ser obra del Supremo Artífice. Son rescatados por una flota española y juntos comienzan una larga peregrinación alegórica en diversas etapas en la Corte de España, Aragón, Francia y Roma en busca de Felisinda (la felicidad), esposa deseada por Critilo y madre de Andrenio, para al final de su vida alcanzar la Isla de la Inmortalidad.

ESTRUCTURA:

En la Primera Parte, subtitulada «En la primavera de la niñez y en el estío de la juventud», los protagonistas Critilo y Andrenio se encuentran, cuentan sus peripecias vitales que les han llevado a conocerse en la isla de Santa Elena y emprenden el viaje a España, comenzando por la Corte.

En la segunda parte, «Juiciosa cortesana filosofía en el otoño de la varonil edad», transcurre por tierras de Aragón y Francia. En la Tercera Parte, «En el invierno de la vejez» entran por las tierras septentrionales de Alemania y acaban en la meca del peregrino cristiano, Roma, para ser anunciados a la muerte y llegar a la inmortalidad cruzando las aguas de tinta de la fama. Las dos primeras partes están divididas en trece capítulos cada una, y la tercera tiene doce.

El contenido del relato se configura temporalmente a través de un eje cronológico marcado el ciclo vital del hombre, asociado a las estaciones del año, tal y como aparece esbozado en el último capítulo de El Discreto. Este progresa de manera lineal, pero recorrido por constantes digresiones e interrupciones del hilo narrativo. En estos remansos aparecen cuadros alegóricos donde se da cuenta de todo un mundo de relaciones entre conceptos y figuras de la ficción.

LENGUAJE Y ESTILO:

Me fijé en el estilo lacónico de Tácito, Séneca y Maricial mi paisano. Pero ello no significa que sea un estilo llano.

Mi prosa, se compone de oraciones independientes y breves, separadas por signos de puntuación y no por nexos de subordinación. Predominan, pues, la yuxtaposición y la coordinación. Mi profundidad, está en el concepto, no en la sintaxis. La riqueza semántica, casi siempre polisémica, es otra de las características del estilo de El Criticón. La doble interpretación del plano real y el alegórico o filosófico es lo que confiere una densidad extraordinaria a mi magna novela.

Por otro lado usé constantemente el contraste, la antítesis. La sintonía, estaba compuesta de apariencia engañosa y verdad escondida. El oxímoron, la paradoja y el contraste eran también figuras literarias utilizadas.

Otro rasgo estilístico es la búsqueda de la precisión léxica, para la que en muchas ocasiones recurro al neologismo de creación. Recurrí a acepciones caídas en desuso y que puse en primer plano. Otras veces traje a colación nombres propios para crear vocablos comunes: «su minerva» (su inteligencia o sabiduría). Aumenté el caudal del vocabulario español, como podrecer (pudrir).

viernes, 6 de marzo de 2009

Publiqué el Comulgatorio

En verano de 1650 fui destinado a Zaragoza con el cargo de Maestro de Escritura, y el año siguiente publiqué la primera parte de mi obra: El Criticón. A excepción de El Comulgatorio. Publiqué toda mi obra sin el permiso de la compañía, lo que provocó protestas formales que fueron elevadas a las instancias rectoras de los jesuitas. Tales quejas no me disuadieron al punto de que apareciera en Huesca la segunda parte de esta obra. Algunos jesuitas valencianos, a consecuencia de viejas enemistades, interpretaron uno de mis pasajes como una ofensa a sus personas, lo que me granjeó nuevos ataques ante los superiores de la compañía que apuntaban al contenido escasamente doctrinal de mis obras, impropias de un jesuita, ya que, ocupándose todas ellas de la Filosofía Moral, esta se aborda desde una óptica profana. Quizá para contribuir a mi descargo público, por primera vez con mi auténtico nombre, El Comulgatorio (1655), un libro acerca de la preparación para la Eucaristía.

jueves, 5 de marzo de 2009

Cuando me dedique más a la literatura


Caí enfermo y me trasladé a Valencia para poder mejorar mi estado de salud que era muy débil. En la biblioteca del hospital encontré un lugar en donde pasar maravillosas tardes escribiendo, y preparé El Discreto en 1646. En esta época pude dedicarme más a la literatura, sentía que las palabras fluían y fluían. Así pues publiqué el Oráculo manual y arte de prudencia en 1647 y la segunda versión del tratado sobre el ingenio y el concepto Agudeza y arte de ingenio en 1648.


miércoles, 4 de marzo de 2009

Publique el Discreto, Oráculo manual y Arte de prudencia



En 1642 ejercí el cargo de vicerrector del colegio de Tarragona, donde ayudé a los soldados que tomarían Lérida en la Sublevación de Cataluña. Pero en esta campaña caí enfermo, y fuí enviado a Valencia para reponerme.
Allí se estaba muy "agustico" con el calor de la magnífica biblioteca del hospital, y decidí preparar una nueva obra, El Discreto, que dió luz en Huesca por Juan de Nogués. En ese mismo año fuí nombrado capellán del ejército en Lérida, y se formó la guerra de Cataluña.

Pero allí no estuve mucho tiempo porque pronto me destinaron hacía Huesca.

martes, 3 de marzo de 2009

Mi época de confesor con el virrey.

Lastanosa reunía en su casa-museo un importante cenáculo literario y artístico. El palacio del prócer oscense, que fue visitado por Felipe IV, era conocido por sus exquisitos jardines, por una estupenda armería, por la colección de medallas y por una magnífica biblioteca. En 1639 llegué a Zaragoza, nombrado confesor del virrey de Aragón Francisco María Carrafa, duque de Nochera, con quien viajé a Madrid, donde prediqué. No obstante, mi estadía en la Corte fue desalentadora, pues, aunque aspiré a medrar entre la república literaria de la capital, mis ambiciones se saldaron con un franco desengaño. Con todo, publiqué allí mi segunda obra (El político , 1640).



lunes, 2 de marzo de 2009

Del colegio de Calatayud al de Gandía

En 1623 comencé mis estudios de Teología en el Colegio de Zaragoza, menos mal que cuatro años más tarde acabé estos estudios, me puse todo loco y grité a los cielos: ¡¡¡POR FIN TERMINÉ!!!, luego me ordenaron sacerdote. Volví con una alegría inmensa al colegio de Calatayud como profesor de Gramática Latina (pensando para mí; pobre de mis alumnos, la que les espera...). Residí en esta ciudad, a la que amé con tanta pasión y siempré recordaré, hasta 1630, fecha en la que me desplacé no con tanta alegría como antes... al Colegio de Valencia. Allí realicé mi tercera probación (si, suena raro, pero cierto). Desde allí me marché para Lérida ocupando la cátedra de Teología moral durante dos largos años, tras los cuales me instalé de nuevo en otro colegio, el de Gandía. En cada colegio y ciudad diferente tenía vidas distintas, por lo que no era de gran agrado abandonarlas constantemente. En Gandía no estaba de acuerdo con mis hermanos de religión por diferencias regionalistas.